Siempre me han parecido interesantes las maderas muertas, cada pedazo de tronco en la orilla de un río, en el bosque, abandonadas por años, pero cubiertas de vida, musgos, hongos e insectos, le dan una continuidad a su ya pasada historia de árbol. Desde niño me han llamado la atención, los misterios que esconden, pensar en el tiempo que llevan allí, por qué habrá caído ese árbol, por qué está bajo el agua, que cosas habrá visto pasar a su alrededor.
A veces no son troncos, sino ramas, miles de ellas, desparramadas sobre la playa de un lago, mezcladas con piedras y pequeñas malezas que crecen en medio de esa materia inerte. Sus tonos grisáceos son un perfecto camuflaje, que cambia notablemente cuando se sumergen en el agua.
En otras ocasiones los troncos muertos de grandes árboles yacen sin vida en páramos abiertos, gigantes derrumbados que contrastan con el cielo vívido del sur de Chile, son ahora hogar de roedores y arañas.
A través de este proyecto quiero lograr contar la historia de estas maderas, mostrar lo valioso de nuestra región, el inmenso patrimonio que tenemos en los bosques, ríos, lagos y montañas de esta zona del sur.
Cuando comienzo a trabajar una pieza, voy dejando que la forma natural de la madera rescatada, me guíe y me sugiera la silueta que finalmente tendrá cada cuenco, para que luego, al ser observado, revele ese misterio y transporte al espectador al lugar donde fue encontrada.
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